Cuando tu cabeza rebose de mierda, prueba a coger tu coche y conduce, hasta donde te lleve. Sin rumbo a ninguna parte, con la música que elijas. Sin correr, e incorpora un piloto automático en tu cabeza, que piense él por ti. Os lo recomiendo, supera todas las terapias.
Tengo mis trayectos predilectos, vuelo hacia el norte a donde me llama mi cuna, o al sur para buscar el mar de Alborán (es precioso ver amanecer en el cabo de Gata), pero hace un tiempo que prefiero que mi cabeza deambule por la A-23, ahora se llama autovía Mudéjar, pero siempre será la nacional 234, desde Sagunto a Somport. En tan solo cien kilómetros asciendes hasta casi los mil metros de altitud, rodeado de montañas avanzo por el desfiladero que forman las sierras de Gúdar y Valdelinares. Si haces el trayecto al atardecer, verás como se pone el sol mil veces, se esconde tras cada montaña que dejas atrás para volver a aparecer, y si el invierno acecha, el trayecto parece alpino, con nieve en las cordilleras. El destino puede ser cualquiera, pero a mitad camino yo tuerzo hacia la izquierda, y me introduzco en el medievo soriano donde el tiempo parece dormido. Conducir me relaja, vaya donde vaya, pero si llueve, muchísimo mejor.