22 septiembre 2010

Por fin es otoño



Ya nota mi vieja rodilla que el otoño ha abierto el pasaje por el que caminaré hasta el invierno, que lo anhelo más si cabe cuando aún recuerdo aquella tarde de poniente de finales de agosto a la que por poco no sobrevivo. Necesito que refresque el ambiente, y que alguna llovizna riegue el desgobierno en el que divaga el país, a las puertas de la huelga general a la que no acudiré, porque la mejor forma de protestar contra el desgobierno entiendo que es aportando productividad. No es una fiebre japonesa, pero esta huelga, en este momento, es pegarse un tiro en el pié. Y el fresquito del otoño me devuelve la melancolía, y me trae el recuerdo de las primeras tardes de deberes del nuevo curso, con el estuche que aún olía a nuevo, los libros que mi madre me forraba con ironfix y los primeros entrenamientos del equipo de baloncesto. Por aquel desgaste tengo ahora una rodilla con termostato, son gajes del entusiasmo con el que uno soñaba con ser Epi. Así me arrimo al mes de octubre, un diáfano tránsito en el que los nenes van al cole, las marujas se encienden con la telebasura y aún no se divisa la salida de la crisis. Lo que sí me apena es que sé seguro que el Levante no ganará la liga, y eso, por más blanco que sea el caballo blanco de Santiago, no me consuela.

12 septiembre 2010

Quom


Aquest sóc jo, espantat i decidit
perdut entre els meus somnis
tan reals com la vida.
Aquest sóc jo, ara arriba el meu moment
No hi penso renunciar, ni vull perdre el temps.
Aquest sóc jo...



Jack Johnson You & your heart

02 septiembre 2010

Conocerás al hombre de tus sueños

Desde que Woody Allen se cruzó con la maldad faldera, su obra ha torcido a la realidad social y de pareja, que desde su punto de vista te tiñó de cruel. El cénit lo alcanzó con Match Point, donde bordó con pulcritud la cornamenta temática, siendo siempre el hombre el perdedor de tan cruenta batalla. Su ego derrotista continuó a lo largo de su trilogía londinense, con Scoop y Cassandra's Dream, pero ahora ha sumado una cuarta obra centrada en Londres, lo que siempre es de gusto para los ojos del espectador, pero con el mismo tinte de amargura que deja el fracaso marital, en cualquiera de sus versiones, el abuelo chocho que rejuvenece con una moza de alquiler, la esposa insatisfecha que se prenda de su jefe, o el voyeur que confunde el horizonte de su ventana con un éxito literario. Toda una historia de mentiras y tejemanejes que descubre a los tramposos, a los soñadores y a los mirones, o sea, a casi todos, o acaso, ¿quién no ha mirado desde su ventana a la vecina de enfrente alguna vez?. Éste es el Allen que ha quedado de aquella huella que le dejó su turbulento final con Mia Farrow, un humano arrepentido que nos quiere dar una lección de lo que no se debe hacer alguna vez en la vida si quieres morir algún día empatado a cero, algo así como si quisiera con su obra mostrar arrepentimiento de algún gol en propia puerta del pasado; hay derrotas que anidan en el recuerdo por más disolvente con sabor a madera que bebas, y el gran Woody parece un claro ejemplo de ello.