Qué bonito es el mar en invierno, y qué bonito pace sin oleaje. Lo que en el Cantábrico es marea, en el Mediterráneo oleaje. En mi playa frecuento desde siempre una escollera que está delante de la casa de mis padres, desde niño. Allí he pasado fatales momentos y muchos aún mejores, como ayer. Ayer llevé a mi niña en el vientre de su madre hasta el extremo de mi espigón favorito para que se familiarice con el entorno, con el olor a sal, con la brisa que impregna, y con los saltitos entre rocas que dará para cruzarlo. Allí estuvimos los cuatro, con el perro incluído. Fue un mediodía con olor a salitre que aún me está durando.