Nos guardamos tantas cosas sinceras y bonitas porque creemos que ya tendrán su momento. Nos guardamos decir lo que sentimos, cuando lo sentimos, por creer que aún no es el momento adecuado. Nos guardamos unas disculpas, quizá por ese orgullo que nos nubla la capacidad de asumir que nos hemos equivocado. Nos guardamos un simple beso, porque pensamos que tendremos tiempo para darlo. Nos guardamos darnos las buenas noches porque pensamos que ya se ha hecho tarde. Nos dejamos para mañana decirnos que nos añoramos, que pienso en ti a cada hora porque temo ser un plasta perenne. Nos guardamos dar ese abrazo que nos puede salvar tanto a nosotros como a la persona que se lo queremos dar.
Qué poco valientes somos a veces, sin darnos cuenta de que, la vida corre, corre muchísimo. No nos damos cuenta de que el tiempo no es eterno. No nos damos cuenta de que en cualquier momento la vida puede dejar de acariciarnos el alma.
Hemos venido a vivir la vida, a sentir la vida. Hemos venido a demostrar amor, a abrazar mucho, a llenarnos de todo lo que nos produzca bienestar en el corazón. No nos guardemos tanto, demostrémoslo más todo eso que sentimos. Digamos a nuestra amada que es la esencia que hace mejor mi día a día, que es la mejor casualidad que he tenido en mi vida, que es la manera más coherente de vivir y que amarla es mucho más que el significado que tenía entendido por amor. Quizá mañana no tenga la oportunidad.
Eres todo, todo mi hogar.
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