02 julio 2024

Admiración


La noche más maravillosa del mundo es cada vez que duermo contigo.


Ciento quince días después volvió al lugar donde todo empezó. No lo había vuelto a hacer antes porque no quiso vulnerar la mística del momento sagrado hasta tener la seguridad de que seguía siendo mágico lo que en aquel lugar ocurrió. Aquella calle, aquel bordillo en el que él la situó para reducir la distancia de sus miradas, esa posición en la que fue inevitable pedir que la besara y, por supuesto, el primer beso con el que se despidieron después de convocarse para otro momento en un lugar peor, pero donde todo continuó hasta aquel aterrizaje forzoso y de que ella se sentara porque se sintió sin ganas y con dudas de necesaria respuesta. Pero dudar de qué sentía por él fue una oportunidad, una ocasión única para darse a conocer interiormente, para que ambos detectaran la madurez de su personalidad y cuidaran su conducta, respetándose en la distancia, concediéndose silencios y esperar a que la nostalgia se manifestara. 
Dentro del comportamiento hay un aspecto muy importante a la que hacemos poco caso, pero que es básico para conocerse y entenderse como personas y para cimentar cualquier relación, la admiración. Admirar es cuando descubres en alguien unos valores y, después de haber entendido su personalidad, él descubrió en ella una integridad, una coherencia en sus actos de respeto al ver cómo le trataba en la distancia, con qué cariño, queriéndole y protegiéndole en una semana interminable de pausa para no hacerle daño. Se suele decir que la admiración es la puerta de entrada al enamoramiento; enamorarse es encontrar a alguien con quien harías cualquier cosa, con quien compartirías todo el tiempo, con quien quisieras compartir la vida y él lo tuvo muy claro, aunque ella no tanto en un principio, pero aún más en la semana de silencio que se concedieron, porque enamorarse es decirse sin temor "te quiero" o "te necesito". La admiración es el descubrimiento de que estamos ante alguien que es grande, que merece la pena y que uno se plantearía compartir la vida con esa persona. Y a ella, cuando descubrió la respuesta a sus dudas, no se le cayeron los anillos por pedirle que se vieran, quedaron a mitad camino y le dijo "me he dado cuenta en esta semana amarga que no entiendo la vida sin ti". Así es como deshicieron juntos el hielo y volvieron a construir el mismo amor, pero ahora más verdadero y consciente, caminando más despacio, pero más seguros, con más seguridad sentimental. Por eso él hoy ha querido volver a la casilla de salida, a aquel lugar donde todo empezó, a la calle Alemania, al lugar en donde construiría con sus manos un altar en honor a San Valentín, a Eros, a Cupido y a Filemón y Baucis, los dueños de la bonita historia que juntos recordaron el pasado fin de semana.

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