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De la misma manera que se apagan las estrellas del firmamento se marchan las estrellas del celuloide. Hoy ha fallecido una de las más grandes, Liz Taylor, que está a la altura de las estrellas más altas. Perfectamente comparable con Monroe, Gadner o Bacall era tan inmensamente bella con gran actriz. Trabajó con los mejores directores y protagonizó escenas imborrables entre las disputas de Rock Hudson y James Dean o en el antiguo egipto, que fueron seguramente sus mejores interpretaciones, Cleopatra y La gata sobre el tejado de zinc. Como todas las estrellas ella también fue estridente y coleccionó diamantes y maridos. Hasta en ocho ocasiones se llegó a casar, dos de ellas, y otros tantos divorcios, lo hizo con Richard Burton, con quien coincidió por primera vez en el rodaje de Cleopatra y que fue su gran amor. De ella destacó también la peculiaridad de tener los ojos de color violeta, una característica singular que la hizo aún más única.