Siempre he hecho uso de ella, la mayoría de las veces de manera inconsciente. La ironía es un recurso gracioso que quiere decir mucho más, pero debe contar con la buena interpretación de quien la recibe, de lo contrario es un arma de destrucción. Ese es el riesgo, no saber utilizarla o hacerlo mal. Lo que pretende ser un chiste puede convertirse en una herida de difícil cura. Con el tiempo, y después de malas experiencias, no recomiendo su utilización a no ser que sea en el contexto adecuado, con la gente que sepa entenderla y sobretodo utilizarla con la mesura simpática. El riesgo de convertirse en una broma de mal gusto es alto, que puede traer malas consecuencias.
Dejarla de utilizar no es fácil, pero sí no olvidar nunca que antes de pronunciarla hay que analizar las posibles consecuencias, y si por el contrario la ironía amenaza con salir sola es mejor morderse la lengua.