Ya tengo hecha la primera semana de trabajo para preparar el gran reto. Lo he asumido con ganas desde el principio, porque a los toros se les aprieta por los cuernos. Para la primera semana tenía asignados tres días de carga, pero decidí empezar dos días antes y hacer el lunes lo que tenia previsto e hice el miércoles, así que repetí dos veces el plan del miércoles y, tras el fartlek del sábado, he acabado el domingo haciendo un largo de 14 kilómetros con mucho calor, aflojando el ritmo para controlar un pulso relativamente bajo y sufrir, como no podía ser de otra manera. De este modo la primera semana ha quedado cerrada con 41,3 kms que he repartido en cuatro sesiones entre dos pares Nike Zoom Fly 5 de las tres que tengo, mi modelo de zapatillas con placa de carbono predilectas, que no son demasiado rápidas, pero que gestionan mejor que las convencionales el trabajo muscular.
Pero durante la semana he ido dándole vueltas a pensamientos que quise ir guardando para contaros aquí y que creo que es una buena costumbre que mantendré cada semana (porque a vosotros os da igual cuánto corra o cómo lo haga, estoy seguro que os da más morbo conocer cómo evolucionan mis pensamientos).
Correr una maratón es la aspiración de muchos runners. Es un desafío mental además de un reto para un cuerpo como el mío, de casi ciento noventa centímetros y más de noventa kilos de peso. Por lo tanto es, además, un profundo estudio de uno mismo que requiere mucho esfuerzo y entrenamiento. Hay que medir y ponderar la asimilación de la carga de kilómetros a lo largo de dieciséis semanas y esa es la tarea de mi entrenador: conjugar el feedback que voy dándole con la Fe, a veces ciega, que tiene en mis posibilidades. José Antonio Redolat es, en la materia, el mejor, el entrenador más codiciado. Corredores de toda España suscriben sus planes de trabajo para preparar maratones y otros retos y qué suerte tengo yo compartir con él esta aventura; con él y con mi chica que me anima y me muestra su orgullo por esta locura (siempre te lo agradeceré, cariño), porque un maratón no lo corres solo, lo corres con la ayuda de toda la gente de tu alrededor, en mi caso con mi hija Victoria, con Mer, con mis amigos, con mis padres, con mis compañeros de trabajo, con los que leéis este diario. Todos vivís esta experiencia como si fuera un reto propio y ya veremos cómo acaba historia, deseo y confío que bien.
Hasta la siguiente semana.