23 julio 2024

La adolescencia


Los tiempos cambian y no me refiero a las permutas climáticas. Cuando yo era joven, la adolescencia llegaba más tarde, nos la jugábamos a partir de los quince o dieciséis años y manteníamos  hasta ese momento una aparente cordura que se convertía en una bomba de racimo cuando se mezclaba con el alcohol y el tabaco rubio del primer verano rebelde. En los tiempos de ahora las sensaciones de incomprensión, de humor cambiante y de descontrol emocional son más prematuros. Los nuevos adolescentes tienen antes esas experiencias que ni ellos entienden. Durante el mismo día pueden darse las cuatro estaciones: pueden sentirse la mierda más pestilente, el más guapo de la playa donde veranea, un fracasado emocional o la futura promesa de las pasarelas; todo en menos de quince horas si descontamos las horas de sueño. Demasiado para un padre indefenso que tiene ya olvidada la fluctuación hormonal, la ansiedad a cien grados o unas lágrimas a causa de nada.

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