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He encontrado un nuevo juguete que endulza mi vida, después de 8 años viviendo en el campo, en una casa con chimenea que nunca la encendí por aquel temor de la suciedad y el mal olor, y a mi que de siempre me ha gustado el fuego, idealicé un segundo despacho junto a la barbacoa en el que me tiraba horas quemando leña y adorando el fuego... me he pasado semanas, incluso meses sentado, fumando, viendo quemar cualquier cosa con tal de encender el fuego. Al principio reutilizaba la idea para asar carne, sardinas y todo tipo de barbacoas, pero esa alegría del paladar no resiste el paso del tiempo, y hay que cuidarse...
A lo que iba, casi una década después me he vuelto a aliar con el fuego de mi chimenea, y disfruto sentándome a su lado en las noches frías, y mejor incluso es con lluvia. La contemplo yo a ella, o quizá la chimenea me contempla a mi sentado, disfrutando del mando a distancia con los pies en alto, o leyendo el periódico, que también tiene un sabor muy recomendable, pero casi me gusta aún más salir fuera de casa cuando arde con vigor a ver salir el humo por la chimenea, que por cierto es ancha y grande, rematada como la chimenea de un barco, y yo imagino que vivo en un trasanlántico blanco que surca el campo de Bétera mientras gozo viendo bajar los grados que hay fuera de casa hasta cruzar la franja negativa en estas noches navideñas.
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